Los dos ya somos viejos.
Has marcado el paso imperceptible
del segundo, el minuto, de la hora y el día.
Mientras tanto, yo he sido
quien ha dado la cuerda
con que mueves tu péndulo incesante.
Amigo, somos uno del otro dependiente…
¿Tú dejarás primero de dar las campanadas
que alertan a mis sueños?
¿O en la grata armonía del tic tac,
serán tus manecillas circulantes
el ritmo de mis últimos latidos?
Las horas que aún giran por tu esfera
avanzan al final
de nuestro horario
añoranzas de penas
y alegrías
y... ya menos los
días de nuestro calendario.
Tal vez nuestro final
sea un mismo día.
Mi último latido:
tu ronca campanada,
Mi corazón dormido: tu péndulo cansado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario