domingo, 15 de julio de 2012

Surco Primero










Aún en el nomadismo,
cuando el hombre conoce
el rol de la  semilla
y esculpe con la piedra
la primera herramienta
para abrir la besana,
descubre que la vida
no precisa distancias
y nace la esperanza
de quebrar un destino
errabundo y precario.




Su identidad se afirma,
se arraiga en el terruño
y establece el abrigo
donde ha de conchabarse.






Y junto al surco abierto
abrirá a la conciencia
la importancia del sol,
el fresco de la sombra,
la bondad de la lluvia
y la razón del río.



Cuando el brote presuma
en líneas paralelas
el futuro alimento,
se le hará necesario
un eterno lenguaje
que trascienda a la herencia.
Y ya con la palabra
análoga en el verso a la besana,
intentará en su canto
trasladar su experiencia
e iniciará la historia.





Admirará en  la flor
la belleza sublime
que encerrrará en sus genes
la futura semilla
y el asombro constante
de toda la existencia.





Sabrá de los menguantes
y de los  plenilunios,
y aún sin designarlos
con sus actuales nombres,
percibirá equinocios y solsticios.
Encontrará en estrellas
la guía de su espacio
y en la universitaria
tarea de la vida
sabrá que no hay futuro
sin gestos solidarios.




Después si...
ya por todo lo hecho satisfecho
disfrutará del  canto de las aves,
del aura en la mañanas veraniegas,
del dorado color de los ponientes
y llamará solaz a su descanso.



Y al agotar la llama
del efímero fuego
que alimenta la vida,
comprenderá también
que en su destino
ha de aportar al surco
el agua y mineral
que en otro tiempo
lo formó como un ser
de este universo
y que ha de trascender,
en la cosmogonía,
por la uteral besana,
donde  se gestan
los brotes del amor
de la simiente humana





José Enrique Paredero




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sábado, 14 de julio de 2012

Recordando







Ya viejo, encanecido,
ensillas el amargo
en los días temprano
y en sorbos de silencio
te escapas para el campo
recordando tu quinta,
recordando tus flores,
recordando tus frutos...
y remontas en vuelo.

Aflojando las riendas
le permitiste el paso
 a tu viejo tobiano,
el ala del acero
se introdujo en el humus
para formar el surco
y los gruesos terrones
se fueron escupiendo
dejando la hondonada.
El olor a la tierra
te llegó a la profundo
y pies trastabillantes
en terreno agrietado
quedaron percudidos,
mientras sudosa frente
con el volátil polvo
embarraba tu cara.

Fue más tarde la rastra
quien alisaba el campo
demoliendo el cascote
y llevando entre dientes
la vencida maleza.
Y así se unió a tu mano
el brazo de la azada
para hendirse en el suelo.

Echaste la semilla
y gracias de la lluvia
dieron el nuevo brote
que se fue haciendo planta
marcando la besana.
Y tuviste tus tardes
de quinta florecida,
y maduró tu fruto
con soles de los días,
y recibiste el premio,
gozaste tu comida,
viendo como tu niño 
a tu lado crecía.

Pero vino el ocaso 
y esa tierra no daba 
lo que el mundo exigía.
Entonces emigraste
a las grandes ciudades,
inhalaste los humos,
anduviste con prisa,
te aturdieron los ruidos
y perdiste la risa. 

Y hoy, viejo, encanecido,
ensillas el amargo
en los días temprano
y en sorbos de silencio
te escapas para el campo
recordando tu quinta
recordando tus flores,
recordando tus frutos,
hasta que pierdes vuelo
y encuentras el cemento
que ha cubierto tu tierra
que ha ocultado tu cielo.

       José Enrique Paredero (del libro "Estampas de un Tiempo Nuevo" - 1994)

                     

lunes, 2 de julio de 2012

Simplemente poesía...


Nuestra Estrella




Cada vez que regreso
salgo a mirar el cielo,
en esas noches claras
deleites del verano,
y allí esta nuestra estrella
aquella que elegimos
mirar en  cada noche
cuando nos encontrábamos.

Danzábamos entonces
y un aura pueblerina
envolvía las siluetas
en una comunión
de besos y caricias. 

Nos mostraba la luna
como una sola sombra
sobre la arena tibia
y nuestros pies dezcalsos
dibujaban en líneas
los trazos de un amor
sin sueños ni futuro.

Todo había que vivirlo...
en nada distraerse,
pues el amanecer
ocultaría la estrella
y hasta una nueva noche
de cielo despejado
postergaría la magia
de amarnos plenamente.





Conciencia


Puedes saber de mi o no,
cuanto de bueno,
cuanto de malo tengo; 
pero de tí,
sin duda, lo conoces.

Con mil palabras 
tal vez pueda engañarte,
decir: filantropía es mi premisa,
mostrar por alegría una sonrisa,
sabiendo que el amor
no brilla en mi interior
porque penas lo eclipsan.

Y lo mismo tú a mí,
puedes mostrarte
juglar de la verdad
y en cancionero
cantar la dignidad
con elocuencia.

Mas sabemos los dos
cuanto valemos,
pues el valor lo da
nuestra conciencia.






Rosa



Lleva en su mano una rosa
rosa de rojo color
color de pasión que late
late desde el corazón
corazón envanecido
envanecido de amor
amor a una joven niña
niña llena de candor
candor de pétalos blancos
blancos de dulce sabor
sabor de jovenes besos
besos rojos cual la flor
flor sinónimo de rosa
Rosa nombre del amor.

Rocío

  El rocío es el beso sensual de la noche para que las flores despierten en la aurora con el pistilo    abierto hacia el estambre y en su or...